Sección Desde Llano Adentro

GANADERÍA: LA INDUSTRIA QUE CONSTRUYÓ AL PAÍS * .



LOS VACUNOS LLEGAN A AMÉRICA 
El ganado llegó a América con los españoles en el siglo XVI como un producto indispensable para la alimentación de los conquistadores, consumidores de carne y trigo. Los indígenas no tenían animales domésticos y las proteínas de su dieta las proveían la caza de especies silvestres y la pesca, suficientes para el sustento de poblaciones limitadas por su hábitat. Sin el ganado hubiera sido imposible la conquista y apropiación del continente americano.
Los carbohidratos y vitaminas de la alimentación de los europeos los suministraron con beneficio los productos nativos: el maíz y la papa, esos grandes aportes de América al mundo occidental, la yuca y otros tubérculos, además de gran variedad de frutas y vegetales. No obstante, el español no hubiera podido sobrevivir con la escasa provisión de proteína animal que podía suministrarle naturalmente el medio. El ganado, por lo tanto, fue un elemento esencial en la construcción del Nuevo Mundo. 

Los primeros bovinos llegaron con Colón a la isla que bautizó “La Española” (Santo Domingo), donde, favorecidos por la feraz naturaleza, se reprodujeron con creces. De allí pasaron a Tierra Firme. En el territorio de la actual Colombia se tiene noticia de las primeras reses introducidas por Rodrigo de Bastidas en 15251 con destino a su gobernación de Santa Marta. Desde la ciudad primada se esparcieron por el país con las expediciones de la conquista. Durante el período colonial el vacuno se multiplicó a medida que se penetraba en el territorio, para proveer el alimento básico de los nuevos pobladores, el cual fue adoptado en mayor o menor proporción por los indígenas. No se consideró como un factor generador de riqueza, pues la Nueva Granada, dentro del contexto macroeconómico del imperio español, se organizó como una economía minera y la actividad agropecuaria sólo se estableció para satisfacer el consumo doméstico. La ganadería creció en forma espontánea, sin apoyo del Estado y superó de sobra las necesidades alimenticias de la población, hasta el punto que se daban casos como el del Valle de Upar donde se sacrificaban los animales sólo para aprovechar el cuero, y la carne era dejada de comida a las fieras y a los carroñeros. Especializada la economía en la extracción de metales preciosos, las actividades agrícolas y ganaderas crecieron como faenas secundarias, salvo en aquellas regiones en las que, como en las planicies bajas del Caribe, no había minas. Allí la cría y levante de ganado constituyó la actividad principal de los pobladores, pues en la Nueva Granada tampoco se dio la gran agricultura de plantación. 
ELEMENTO DE COLONIZACIÓN, SIGLOS XVII Y XVIII 

El hato ganadero se multiplicó tanto en las llanuras como en las altiplanicies. Para fundar poblaciones se exigía, como requisito indispensable, el suministro de ganados para formar hatos con que alimentarse los vecinos y a cada poblado se le adjudicaban tierras comunes de labranza y dehesas para las reses. En las sabanas de la región Caribe y en los llanos de San Martín y Casanare surgieron grandes emporios ganaderos y por toda la cordillera occidental se abrieron trochas que transitaban arrieros transportando hacia el centro artículos de toda clase: productos de la tierra, ropas de Castilla, herramientas, muebles y mercaderías llegados de la metrópoli. Por allí caminaron ganados y mulas hacia los reales de minas de Antioquia y las poblaciones del altiplano. Los viajes muchas veces superaban los 700 kilómetros desde el hato hasta su destino. En muchos lugares los caminos atravesaban peligrosos despeñaderos en los que hallaban su fin ganados, harrias y mercancías. En verano la polvareda impedía ver los huecos y zanjas y los animales caían y se fracturaban las patas, o resbalaban al precipicio. En invierno las lluvias convertían los caminos en lodazales y resumideros, que hacían de los trayectos extensas jornadas de extenuante trabajo para vaqueros y animales. 
INDEPENDENCIA, GANADOS PARA ALIMENTAR A LAS TROPAS. 
La ganadería atravesó un período crítico durante la independencia. Las guerras diezmaron las existencias, pues tanto patriotas como realistas incautaron caballos para montar a las tropas y vacunos para alimentarlas y no faltaron quienes aprovecharon la situación para hacerse a los ganados ajenos. Detrás de los ejércitos marchaban las reses, cual despensa ambulante que se reemplazaba en el trayecto a medida que se consumía, cuando las circunstancias no permitían salar la carne y convertirla en tasajo. Once años de conflicto fueron un alto precio. Las economías quedaron postradas, la población en condiciones de miseria y desplazamiento, y el Estado y sus dirigentes frente al enorme reto de construir naciones e inventarse instituciones para pueblos sin experiencia de autogobierno, en un vasto y escasamente poblado continente. El retroceso fue notable. 
El caso de un español despojado de sus bienes es indicativo de la situación que se vivía. Félix Palas, miembro del Consulado de Comercio de Cartagena, era dueño de la hacienda San Antonio Rompedero de Pestagua, situada en la Provincia de Santa Marta en la ribera oriental del Magdalena, una de las más ricas de la región, con una extensión de 45 caballerías (17.650 hectáreas). En 1816 pedía justicia a las autoridades españolas restablecidas, fundamentándose en que como consecuencia de un bando del virrey Benito Pérez de junio de 1812, en que mandaba embargar los bienes de los cartageneros situados en la Provincia de Santa Marta: 
…se alarmaron los pueblos de esta provincia con particular los inmediatos a mi citada hacienda y comenzaron el saqueo o robo más atroz que tal vez se habrá visto, contra todo lo que pertenecía, en términos que, desde 18 de agosto hasta 11 de septiembre de 1812, me robaron más de un mil y trescientas reses, más de un mil caballos, yeguas y mulas, me quemaron 5 casas, me quitaron una piragua que me había costado cien pesos, otras dos de menor valor cargadas con la provisión de una semana, un negro vaquero y otros daños que saben mejor que yo los que los causaron. 
En los Llanos de San Martín y de Casanare prosperaban las dehesas de las antiguas haciendas de la Compañía de Jesús. Los numerosos hatos alimentaron a las tropas que organizó el general Santander y fueron el núcleo de los ejércitos libertadores. En 1819 Santander a su llegada a Casanare manifestó: “los recursos para ocurrir a la subsistencia de las tropas no son más que carnes, de cuyo artículo no ha podido del todo agotar la provincia, con todos los gastos, destrozos y ventas que han hecho”. Esta ganadería, que contaba a principios del siglo con 500.000 cabezas sufrió un rudo golpe con la guerra y sucumbió. Su recuperación sólo ocurriría en el siglo XX. 
Articulo escrito por Adelaida Sourdís Nájera. Doctora en ciencias jurídicas, historiadora, Universidad Javeriana. Magíster en investigación social interdisciplinaria, Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Miembro de número de la Academia Colombiana de Historia y correspondiente de las de Bogotá, Cartagena, Barranquilla y Real Academia de Historia de España.
Este artículo ha sido extractado del libro de la autora: Ganadería en Colombia cinco siglos construyendo país . Bogotá, Federación Colombiana de Ganaderos, FEDEGÁN, 2008.

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