Sección Desde Llano Adentro

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LOS MONSTRUOS DE PARATEBUENO


LOS CUENTOS DE PASCUAL 

Mitos y Leyendas del piedemonte llanero
ALBERTO BAQUERO NARIÑO
© Derechos Reservados de Autor

Lo primero que pensamos al analizar nuestro extraño viaje fué en el encantamiento que se producía en el Pollo de Oro, por los tiempos en que el viento era parte del paisaje del joropo en la voz criolla de Teresita Pulgarín y en la voz romántica de Jimmy Ron con sus pasajes torrealberos. Nuestras sospechas eran fundadas porque un viernes, de aquellos en que se quiere parrandear, en el momento de solicitar una mesa para mis dos jóvenes amigos y yo, observamos que a poca distancia se hallaban departiendo tres hermosas damas. Como es natural en estos casos, nos sentamos en disposición de tirar corriente con la mejor postura, mostrando el perfil favorito, camino expedito a la conquista, a un polvito extraviado, quien quita que se aparezca la Virgen, o por lo menos miraditas, cogiditas de mano. Si hay besito, ya está listo el plato.

Así, les hechamos los perros, con todo el repertorio posible. A mí, me gustó una morena con cipote trenza, tetoncita, delgada pero maciza. Julio Daniel dijo que él prefería la pelirroja que estaba buenísima. Henry se quedó con la mejor, que tenía unas patazas tremendas y un tracero como para remallar costales. El despliegue de plumas fué amplio pero no logramos que pararan bolas. Incluso se fué hasta su mesa para invitarlas a la nuestra pero, nanai cucas. Entontes no hubo más remedio que colocar la doble transmisión: el poema. Eso si no podía fallar. Es más, jamás había fallado. Julio Daniel tiró la primera al puro pecho. Era una poesía que les daba bienvenida al llano y hablaba de navegar en las piernas de su hembra.
Esperé los efectos espernancadores de los versos y, nada. Yo les remití como diez y ni una miradita. Empecé a sospechar de nuestra fealdad porque hay días en que uno está feo, pero nó, no era esa la razón. La miadita que me pegué me sirvió para mirarme al espejo, peinarme y limpiarme el sudor. Mis amigos sin ser adonis, no eran esperpentos. De pronto se marcharon y jamás supimos nada. Al preguntarle al mesero sobre semejantes hembras él nos dijo que esa mesa permanecía vacía porque en ella murió hacía poco una bella mujer morena y de trenza. Alguien le metió un puñal en el abdomen y falleció, ahí mismito. Esa noche nadie estuvo allí. Poco después cerraron el establecimiento porque a unos guates les molesté el joropo. Yo entrevisté por esos días al Pollo de Oro, que me conto sus cuitas.
Por eso cuando nos hicieron ir hasta Paratebueno creímos que eran los sueños joroperos del Pollo de Oro. Esa vez, de nuevo en ese sitio y otro viernes, estábamos con el entonces flaco Salcedo y con el primo Julito cuando llegaron tres damas y esas si llegaron a nuestra mesa porque una era amiga del flaco.

En ese tiempo me había interesado en el conocimiento de la historia de las huestes de Guadalupe en la rebelión liberal llanera, en sus hazañas y en el infeliz término del proceso. Un lugar que se convirtió en baluarte de la guerrilla por esa zona del Upía, Medina, Paratebueno y de ahí en adelante por Casanare hasta Arauca en zona del Piedemonte. La familia Parra y en particular Alvaro Parra habla liderado la resistencia y tenía la plena confianza del comandante en jefe. El viejo Nacianceno León me comentó esa semanaque en Cumaral y en Paratebueno residían dos de los hermanos Parra. Nacianceno fué uno de los liberales que sufrió los rigores de la cárcel y fué subalterno de Alvaro. Los Parra entonces eran manjares de investigación. Esa fué la trampa del destino porque las chicas de un momento a otro resultaron familiares de los Parra y justo en esa noche iban para Paratebueno que celebraba sus fiestas patronales. Existía una motivación intelectual la cual se sumaba a la exquisita invitación que nos hacían para deleitar conocidos placeres que se vuelven mejores cuando de aventurar se trata. "No hay como estrenar culito!" se decía por esos tiempos.

Casi eran las dos de la madrugada, el aguardiente calentaba motores y el entrepiernaje por debajo de la mesa funcionaba, primero con choque de rodillas, luego rodilla adentro. Ese pasaje es sabrosísimo y lleno de expectativa. Si no funciona, se jode todo. —Vamos ya papitos y allá en Paratebueno nos desquitamos, gritaron en coro con esas bocas llenas de lascívidad.

— Vamos, exclamamos ansiosos.

Y nos fuimos en la camioneta. Adelante iba yo con mí gordita que me apercollé desde el principio. Atrás cuatro personas que trenzaban en un duelo de caricias y jadeos. En Cumaral ya el sueño me vencía y estaba mamao de manejar con esa vieja encima. Soñaba con pasarme atrás y olvidarme del timón. Una de ellas tocó el tema de los cadáveres que aparecían cuando se trató de pavimentar la vía de penetración que avanzaba hacia Casanare. Por ese tiempo de los años 50’s la estrategia de la insurgencia bloqueaba el arreglo de la vía para preservar su enclave y esa prevención se mantuvo durante mucho tiempo hasta que surgió el proyecto de la Marginal de la Selva en 1.988 y se empezó a construir. Dicen que se terminará en 1.992.

Julio manejaba en la empolvada carretera llena de baches con una sola mano; mientras tanto, en medio de la lucha por bajar calzones, nos abrumaba un tremendo sueño, superiora poner el clavo donde el instinto mandaba.

La madrugada estaba próxima y casi llegábamos a Paratebueno De pronto vimos que a Julio lo besaba una calavera pero él parecía un robot conduciendo a paso lento. Cerré los ojos pensando en que a esas horas ya era muy cansón el forcejeo sin coronación, sumado a la somnolencia que achacaba a la hora. Cuando miré de reojo alcancé a ver el fémur que el flaco acariciaba y carecí de valor para mirar la mano que se deslizaba dentro de mis calzoncillos pero que estaba helada. Creí que hasta esa noche llegarían mis genitales. Quizá soñé que me los arrancaban de un jalón terrible.

Quedé mudo y me privé. Pude ver que Julio detenía el vehículo y el flaco se estiraba. Estábamos en Paratebueno. Pasarían tres horas cuando despertamos. Ya eran las ocho y sentíamos tremenda sed. Entramos a una tienda grande que estaba al frente y cada uno se tomó tres vasos de leche helada, delicioso manjar.

El señor de la miscelánea se nos presentó...

— Soy Enrique Parra, para servirlos a Ustedes. Bienvenidos a este pueblo llanero de Cundinamarca.

— Enrique Parra, de los hermanos Parra? interrogamos en coro.

— Si; por qué?

— Perdón nos sentamos! ya le contaremos! La increíble historia que no comentamos al despertar, era imposible de creer. Además nuestro aspecto daba pena. Cada quién pensaba que fué un sueño. Pero por qué estábamos allá? Si Señor allá en Paratebueno. Obnubilado recordé mi sueño —el de esa noche— en el que yo era un caballero templario y en el ritual ceremonial había que besarle el culo a 50 iniciados que naturalmente no se bañaban y los calzoncillos se los quitaban con agua caliente. Tuve náuseas. Desfiló por mi mente Paracelso acompañado por Nostradamus que llevaban un pergamino con los secretos del más allá.

El frío de los huesos agarrando mis güevas, todavía lo tenía entre el alma.
Don Enrique se sonrió observando tal vez la tremenda jala y el horrible guayabo que aparentábamos.

— Hace un mes celebramos las patronales con mariachis, corrida de toros, cabalgata y juegos pirotécnicos. Vinieron lindas chicas y Don Hernán Braidy presidió las ferias.

Luego de un tiempo prudencial como de una hora le contamos a Don Enrique nuestro sueño y él entonces se puso severo, pálido, y pidió una botella de sello negro y dijo...

— Yo invito muchachos. Ustedes están vivos de puras vainas! Y del pipí como andan?

— Como así? Yo pensé en esa mano fría que me acarició y me toqué. Estaba completo!

— Si. Hace poco más de 40 años hubo muchos muertos en esta carretera. Una vez asesinaron a unas putas que venían para las ferias y su agonía fué de varios meses, porque primero las hicieron parar a cuanto viajero pasaba para asaltarlo y después sirvieron de catre a más de 8.000 hombres que las fuerzas de defensa apostaron en la vía para controlar la insurgencia. Sus ánimas en pena suelen apostarse en los bebederos de Villavicencio o de Cumaral e invitar a la gente a las fiestas de Paratebueno. En el camino, luego de acariciarlos, les arrancan las güevas y el pájaro. Las víctimas se desangran o quedan locas y con una tronera muy berrionda. Ustedes se salvaron porque querían conocer la historia de los hermanos Parra, y las putas de ese tiempo eran liberales. Si Ustedes solo vinieran atraídos por las ganas de culiar, ahora les estuviéramos mirando el hueco.

Muchas de las mujeres que nos visitaban servían de correo hasta que un policía encontró un documento entre un sostén. Por esos días las pobres putas pagaron pato, concluyó el Señor Parra.

El regreso fué demasiado lento aunque íbamos como el alma que lleva el diablo y como perro apaliado, con el rabo entre las piernas.

Pascual me había advertido en una de sus narraciones que en la vía a Paratebueno asustaban y que tuviera cuidado en aceptar invitaciones de mujeres bonitas para ir a las fiestas de Paratebueno. Pascual me cuida porque es buen amigo y no desea que me vaya lejos cuando me tomo unos traguitos, había pensado. De ahora en adelante le haré caso. Pero una noche le recordé...

— Pascual, por qué es peligroso viajar de noche a Paratebueno y con viejitas?

— Veo, Doctor que a Usted no le gustan sus güevas! contestó burlándose.

— No siga Pascual. Mire que ese, es el único cuento que me las enfría. Claro que me gustan, y el pájaro, me ha salido muy bueno!

MI VIVENCIA DE LA VORÁGINE EN OROCUE



Por Alex Guzmán Alvis 

Doña Isabel Amézquita Gorrín - Chavita.
Gracias al profesor Jairo Ruíz, hace 20 años en una visita a Orocue conocí en persona a Doña Isabel Amézquita Gorrín (
Doña Chavita), y me abrió las puertas de su casa para tomar un delicioso café y escuchar sus historias. Doña Chavita cuando era una niña, fue testigo una mañana cuando llegó a hospedarse en su casa por una larga temporada, José Eustacio Rivera. 
En aquella casa siempre a estado la silla que ocupó el escritor desde donde escribió los primeros manuscritos de su obra cumbre La Vorágine. Doña Chavita viendome entusiasmado por haber escuchado su historia, sacó a la luz del corredor de su casa, la silla para que fotografiará esta reliquia.
Debo decir que gracias a la sensibilidad por el patrimonio histórico, Carmen Julia Amézquita, sobrina de doña Chavita, hoy se erige en esta casona de Orocue, la Casa museo La Vorágine desde donde todos pueden experimentar un viaje en el tiempo.

Tambien debo contar dentro de la experiencia que viví allí en aquella casona, que a Doña Chavita no le gustaban las cámaras, ni los periodistas, ya que hacía unos 8 años anterior a mi visita, un periodista de un reconocido medio nacional la visitó, la entrevistó y publicó una historia bastante tergiversada que indignó de sobremanera a Doña Chavita. Sin embargo gracias a la influencia del profesor Jairo Ruíz pariente de Doña Chavita, que nos acompañaba en ese momento, ella tomó confianza con nosotros y permitió las fotografías. Pero antes de relatarnos su historia, y ganar su confianza, yo había montado mi cámara de video sobre el trípode y encuadré a doña Chavita que se encontraba sentada en una larga banca, y le comente la intención de grabar una entrevista, a lo cual ella se negó rotundamente. 

Doña Chavita .
Yo quedé decepcionado por la negativa de Doña Chavita, pues habíamos hecho un viaje bastante largo desde Villavicencio a Orocue para este propósito. Me resigné y dejé la cámara allí montada y coloqué un poncho sobre ella. Y charla iba, charla venía nos olvidamos de la cámara, y logramos ganar la confianza de Chavita, nos relató su historia, accedió a las fotografías que aquí les presento.

Bonguero frente a Orocue - Casanare.
A carajo..! sin querer o de forma accidental se había activado el botón del REC de la cámara, desde hacía un buen rato, accidente muy común y recurrente en este oficio. Esperé más un año y en 2006 decidí editar y publicar el corto documental Orocue - Lugar de Descanso que publiqué nuevamente hace unos días atrás en esta página. Sobre la publicación del video, envié un DVD a Chavita y allá en Orocue se lo mostraron, a lo que Chavita jocosamente, dijo después haber visto el video y al parecer haberle agradado: - Ese periodista es un jodi'o. Doña Chavita falleció el domingo 26 de marzo de 2017, con lo cual se cerró una página en la historia de Orocue, pero ella dejó un gran patrimonio para todos los que visiten su casa allá en Orocue y es la Casa museo La Vorágine.


EN SAN MARTÍN DE LOS LLANOS DESAPARECE LA CENTENARIA CASA DE LA HACIENDA CANTACLARO.

 


Si hay una de las riquezas más visibles y atractivas para el turismo es en San Martín de los Llanos, además de sus vistosas cuadrillas, su patrimonio arquitectónico y su historia  se destaca por ser   uno de los pueblos más antiguos de los llanos orientales. San martín de los Llanos  fué fundado por el gobernador Juan de Zárate en 1641, bajo el nombre de “La Muy Noble y Leal Villa del San Martín del Puerto del Ariari”.  Lastimosamente lo que me impulsa a escribir este artículo, es que he notado y presenciado con el silencioso paso del tiempo  que varias de las piezas del patrimonio material del pueblo han ido desapareciendo  sin dolientes, borrando para siempre parte de una memoria histórica.

Hace algo más de una década, en el 2013, me encontraba en San Martín de los Llanos; Viajé allí con el propósito de realizar una misión periodística que me tracé como documentalista, y ésta consistía en investigar y buscar en aquellas centenarias casonas del pueblo, rastros de historias que quedaron en la sombra del olvido, y para este propósito debería encontrar los insumos, indagando las fuentes y auscultando la memoria de los personajes y habitantes mayores del pueblo.

Doña Rosa María Rondón
Doña Rosa María Rondón (Q.E.D.)
Fueron varios lugares que visité y varios personajes a los que entrevisté explorando historias; entre ellas la señora Rosa María Rondón (Q.E.D.), bisnieta del coronel Juan José Rondón, a quien Bolívar en el fragor del final de su campaña libertadora le exclamó “¡Coronel…Salve Usted La Patria…!”. Vaya que experiencia, esa conexión tan cercana con el pasado; yo allí, sintiendo la atmosfera de la sala de aquella centenaria casona, hablando con Doña Rosa María, la bisnieta del coronel Rondón; cuando me entrevisté con ella, aprecié una abuelita muy tierna, muy formal, amable y hospitalaria, además con una prodigiosa memoria a sus 84 años.

Tuve la suerte de alojarme en una de estas antiguas casonas, en la de don José María Bautista (Q.E.D.), Santandereano radicado en San Martín desde su juventud, hombre humilde, respetable y reconocido personaje del pueblo a quien todos se dirigían a él como el señor Bautista. El señor Bautista era el suegro de Carlos Oswaldo, mi asistente de producción, que conoce el pueblo y me asistía haciendo la avanzada, indagando lugares, contactos y posibles fuentes en estas labores del periodismo investigativo.

En nuestra bitácora teníamos registrados algunos lugares y nombres, entre ellos Antonio Disington, que fue un notable empresario y visionario noruego, que llegó a Colombia a finales de la década de 1930, creó algunas empresas en el Valle del Cauca y luego viajó a los llanos estableciéndose en San Martín de los Llanos, desde donde impulsó la agroindustria; construyendo un molino arrocero, fomentando y propagando el cultivo el cultivo del cereal en la región. Además, se hizo a dos grandes hatos ganaderos, Candilejas ubicado en la misma región del río Ariari, y la Hacienda Cantaclaro ubicada a las afueras de San Martín. El propósito empresarial  de Don Antonio Disington, era exportar carne en canal hacia Europa por vía aérea desde San Martín.

Carlos Oswaldo mi asistente de producción, ya me había informado que su suegro, el señor Bautista, sabía donde se encontraba ubicada la antigua casona de la Hacienda Cantaclaro, donde residió Don Antonio Disington en San Martín de los Llanos. Con Don Bautista conversamos, me confirmó la información y convenimos al otro día ir temprano en la mañana a visitar la casa de la Hacienda Cantaclaro.

En este oficio de ser periodista, documentalista en campo, se goza del privilegio de vivir experiencias enriquecedoras como las de descubrir lugares de interés, conocer personas con sus historias y también implica correr aventuras con sus respectivos riesgos.

Al otro día temprano en la mañana, equipos al hombro y nos pusimos en marcha con el señor Bautista y nuestro destino no quedaba muy lejos. Caminamos por una vía a las afueras del pueblo y llegamos a una cerca alambrada, cruzamos por esta y nos adentramos en un potrero. Caminamos algunos 50 metros y allá por encima de unos arbustos se divisaba un gran tejado oxidado de zinc. A lo lejos detrás de los arbustos se escuchó un ladrido y a este primer ladrido se le sumó otro y otro más, y no quise contar más, y eran gruesos aquellos ladridos que determinaron en mi imaginario el tamaño del can y sus fauces, y cada segundo que pasaba, se escuchaba más cerca lo que sería una jauría frenética que venía hacia nosotros, detrás de aquellos arbustos y que al parecer no los habían alimentado en días.

Les confieso que me inquieté y mi asistente igual, y vimos frente a nosotros que entre los arbustos fueron saliendo uno a uno a nuestro encuentro, 5 perros de buen tamaño, criollos multi-crucetos con cola de mico; pero de inmediato y gracias a Dios, atrás de la perramenta criolla, salió el encargado, un hombre de mediana estatura en pantaloneta y sin camisa que le hacia gritos a los canes para se calmaran:- !… Chiiiteeee…! ¡ Chiiiteeee…!. Una vez le bajaron al alboroto, el encargado nos hizo la seña de que siguiéramos. Continuamos nuestra marcha y los perros entre uno que otro ladrido, nos olfateaban mientras continuábamos avanzando.

Ala derecha de la Casona.

Pero  después del molesto alboroto de los perros que por un momento nos inquietó, pasamos al contemplamiento de otra época. Cruzando los arbustos, ya vi de frente la casa de la Hacienda Cantaclaro, cuyo nombre me hizo recordar la obra literaria de Rómulo Gallegos “Cantaclaro”, novela inspirada en los llanos venezolanos, de donde San Martín de los Llanos tomó mucho de su influencia cultural a través de los vaqueros venezolanos y araucanos que venían tripulando los viajes de ganadería de Arauca a Villavicencio y a San Martín de los Llanos.

La casona maltrecha por el paso del tiempo y el olvido, sobresalía de entre un enmalezado césped y algunas plantas abandonadas a su suerte taponaron la entrada principal y evidenciaban que allí alguna vez hubo un jardín.

En el ala izquierda de la fachada, el muro había caído hace mucho tiempo; Contemplé la desoladora vista de la centenaria casona de gruesas paredes levantadas en ladrillo de adobe, que clamaba por restauración, y a pesar de ello, la deteriorada pieza histórica patrimonial, no dejó de transmitirme esa conexión con el pasado, con su diseño arquitectónico y su  aire clásico, narraba algo de su época de oro en un lejano pasado.

Les comento que me hizo recordar  la casa de la hacienda el Paraíso en el Valle del Cauca, conocida mundialmente por ser el escenario de la novela cumbre del romanticismo latinoamericano: María, obra maestra del escritor colombiano Jorge Isaac; salvo que allá en el Valle del Cauca, si valoran y salvaguardan el patrimonio cultural y arquitectónico.

Según lo indagado en San Martín de los Llanos, la casa de la hacienda Cantaclaro, ya había sido construida varias décadas atrás, mucho antes que Don Antonio Disington adquiriera la hacienda en la década de 1940 y se instalara allí.

Debo aclarar que para las personas que no tienen sensibilidad o algún conocimiento mínimo sobre patrimonio arquitectónico, histórico y cultural, esta pieza no deja de ser mas que una casa vieja en ruinas, sin ningún valor y valdría más si se demoliera y se construyera en su lugar una casa moderna con piscina y jacuzzi, y esa pues es la visión de los que no tienen conocimiento, arraigo y sentido de pertenencia.

    Con el Señor Bautista observando el Piano.  

Entramos por una puerta de madera de doble hoja en el costado derecho, que nos llevó por un angosto pasillo y luego nos conectó a un corredor más amplio que correspondía a la entrada principal. De inmediato estaba el acceso a tres amplias habitaciones que se conectaban entre sí y dejaban intuir que fué el área social. Allí en un rincón cubierto de polvo, yacía un  viejo y desvencijado piano, evidenciaba que las personas que habitaron la casona en sus mejores tiempos, gozaron de las tertulias amenizadas por las melodías que interpretaron con el muy antiguo instrumento. El encargado del cuido de la casona solo nos seguía en silencio durante el recorrido y apenas pudimos indagarle que los dueños de esta propiedad herederos de Don Antonio Disington, vivían por allá en Caldas y nunca se asomaban por allí.

 En la segunda habitación o salón contiguo vimos una robusta mesa de madera qué según el señor Bautista, fué la que pidieron prestada para llevarla a la plaza

principal del pueblo, y sobre esta mesa, se firmó la paz entre el gobierno y los guerrilleros liberales por allá en 1953. En la tercera habitación contigua sobresalía en un rincón una reliquia de mueble en madera, un bifé, sin duda una obra maestra finamente tallada a mano y mi intuición me dice que esta pieza venía viajando en el tiempo desde el  siglo XIX.

Bifé en madera tallada.
A lo largo del pasillo y el corredor principal otras habitaciones con piso de madera ocupadas por el olvido, la soledad y ese olor a moho del inexorable paso del tiempo. En la parte posterior de la casona el ala de la cocina bastante deteriorada.

En el piso de una amplia habitación, seguramente una de las principales, que daba contra la fachada, y cuyo muro había caído hace mucho tiempo, noté una excavación amplia y profunda, como si hubieran estado buscando alguna guaca. En los alrededores de la casona también noté otras excavaciones que tampoco se tomaron la molestia de volver a tapar y la maleza empezaba a cubrirlas; guaqueros con anuencia o no, dejaron su huella. El cuidador de la casa nos dijo que el predio estuvo solo por un tiempo y que cuando él llegó ya estaban las excavaciones.

Cuando finalizamos la visita a la casa de la Hacienda Cantaclaro y nos alejamos, eché una última mirada atrás para contemplar por ultima vez el paisaje de esta casona y por un instante me la imaginé en sus mejores épocas custodiada por un bello jardín, la auténtica y original casa de los patrones, de esas casonas que veíamos en las películas de época del cine clásico.

También reflexioné sobre las piezas de museo que allí quedaron, las muchas pistas y evidencias que permanecieron por tantos años en la casona y que en manos de expertos y una minuciosa y rigurosa investigación del inmueble, hubiera podido concluir felizmente con la declaratoria de sitio de interés, patrimonio cultural y centro histórico de San Martín de los Llanos.





Lo cierto es que ha transcurrido algo más de una década desde que visité la Casa de La Hacienda Cantaclaro, culminé la producción del documental “Relatos de San Martín” el cual ganó un reconocimiento, pero lo importante creo, fue que quedaron evidenciados algunos personajes e historias del antiguo pueblo, además de la puesta en conocimiento ante la opinión pública, de la existencia de la casona, pieza patrimonial arquitectónica en San Martín de los Llanos, que quedaba allí esperando ser rescatada y salvaguardada.

Hace algunos días, revisando mis archivos encontré estas fotografías que les comparto en esta publicación, y me inquieté por saber de la suerte de la Casa de la Hacienda Cantaclaro; Carlos Oswaldo mi asistente de producción se encontraba en San Martín, lo llamé y le pedí el favor me indagara por la suerte de la casona y él se desplazó al lugar y me envió esta fotografía, un lote enrrastrojado, pensé que se trataba de una broma o de un error en el envío de la fotografía, le llamé nuevamente y me confirmó que definitivamente ese es el lugar correcto y que la Casa de la Hacienda Cantaclaro había desaparecido y no quedó ni rastro de este patrimonio histórico cultural, quizá debajo del rastrojo pudiese encontrar algún despojo de lo que alguna vez fueron sus cimientos.

Lugar donde estaba ubicada la casona  

De inmediato me puse a la labor de investigar y para no alargar la historia de esta pérdida patrimonial concluyo resumidamente; La casa se vendió por parte de los herederos a un tercero quien no reside en la región y por su falta de arraigo, sentido de pertenencia y desconocimiento, contrata un cuidandero para el lugar, solo para evitar que le invadan el predio, y este custodio de la propiedad fallece a los pocos años y lo releva un hijo quien en medio de la ignorancia y la codicia hace de las suyas y termina con la existencia de la Casa de la Hacienda Cantaclaro.

No entraré en más detalles y ni haré señalamientos con nombres propios porque esto no devolverá ni recuperará la Casa de la Hacienda Cantaclaro que no tuvo dolientes. Lo que sí quisiera dejar claro es que se perdió para siempre un sitio de interés que transmitía mensajes y valores culturales e históricos; y era un vehículo para entender nuestros procesos sociales en el paso del tiempo y comprender la diversidad y los vínculos que tienen los pobladores de San Martín de los Llanos con su pasado. Además de que se perdió una fuente de desarrollo económico ya que la casona restaurada como un museo, hubiera sido un sitio de interés para los turistas, tal como lo hacen muchos pueblos en el Valle del cauca, el eje cafetero, en Antioquia y Santander.

Del piano, supe por un testigo que la pieza tuvo un final muy triste, fue abierto y destruido con un hacha por una persona ebria de  ignorancia, solo para saber si había algo de valor dentro de este y por allá en algún lugar en el pueblo quedaron tirados los pedazos. La robusta mesa de madera se supo que, en algún momento sobre la década, la compró un concejal y el antiguo bifé, mueble de madera se desconoce su paradero.

Nerón contempló la destrucción de Roma, similar con ese silencio e indiferencia estamos en esta era contemplando ante nosotros la destrucción del patrimonio material de la región, elementos que refuerzan y mantienen la identidad de un pueblo y que de no detenerse solo podremos referenciarlos para las generaciones futuras en fotografías.


Si a alguien le interesa ver el documental 👉🏽 Relatos de San Martín



 






Alex Guzmán Alvis.

Comunicador Social

Documentalista - Productor Audiovisual.


HATO LA MAPORITA


Fotografía. Rodeo de ganado Casanareño en el hato La Maporita  década de 1930.  





















Internándose en la sabana, se llega al legendario hato La Maporita, donde transcurrió buena parte de la historia de Arturo Cova y Alicia que narra don José Eustasio Rivera en la novela La vorágine. El hato La Maporita (diminutivo de mapora, un tipo de palmera) está ubicado en las proximidades del corregimiento fronterizo El Caracol, a cuarenta y cinco minutos del municipio de Arauca.
Este hato centenario fundado en tierras “lareñas” araucanas, está ubicado en un extenso banco de sabana, constitutivo de una gran extensión de llanura, propiedad obtenida por los fundadores gracias a “las mercedes reales” otorgadas por la corona española. Hay referencias documentales escritas probatorias de que para el año 1918, los hermanos Sánchez posaban de dueños, en representación del dictador venezolano Juan Vicente Gómez, quien gobernó al hermano país por espacio de veintisiete años (1908-1935), y que supuestamente era el verdadero propietario de este latifundio de cerca de 100 mil hectáreas, con una población ganadera de sesenta mil reses e incontables caballos y abundante biodiversidad.
El Hato La Maporita – hato, era la unidad productiva pecuaria que tenía más de mil cabezas de ganado – ha sido, históricamente, referente de la ganadería regional, un hito del llano, escuela de la llanería, famoso por la calidad de sus caballos y por la supremacía de sus “hombres de soga y caballo”. Los mejores caporales, caballiceros, baquianos, amansadores de potros, cabresteros y viajeros de ganado se graduaban en este hato icónico abundante de reses y bestias y reconocido como punto de partida de los lotes de ganado que constituían la saca anual de cuatro mil novillos llevados de aquí a Villavicencio, en jornadas que duraban cuarenta y cinco días”.


















Tomado de:


Reflexiones para las Comunidades Llaneras (Facebook).





Fotografía de FAFO. Fundación para el archivo fotográfico de la Orinoquia

















EL TIRAPIEDRA - Mitos y Leyendas del piedemonte llanero



LOS CUENTOS DE PASCUAL
Mitos y Leyendas del piedemonte llanero

ALBERTO BAQUERO NARIÑO
— Dicen que por los caminos viejos no se debe andar después del atardecer, afirmó Pascual lanzando su mirada entre nosotros.
— Por qué? preguntamos en coro.
— Porque los espíritus salen a recorrerlos, a recordar sus tiempos y a llorar sus penas y es malo encontrarse con ellos porque se les interrumpe. Hoy les tengo una historia que les va a gustar. Se trata de las acciones de El Tirapiedra que se instaló por estos lares y deambula por las montañas de la región asustando a los caminantes nocturnos.
— Y de dónde salió El Tirapiedras?
— Salió de la muerte de un estudiante de la Nacional cuyo nombre completo nadie supo jamás. Le dían "el muerto" porque era flaco, pálido y casi nunca hablaba. Era de Villavicencio y se las tiraba de llanero. Jamás se le vió cantar una copla, ni bailar un joropo.
El tino que tenía ese hombre era mortal; sus manos disparaban piedras de gran tamaño con precisión y fuerza increíbles y a distancias bastante apreciables. Se la pasaba participando en cuanta manifestación se presentara, porque era un ser rebelde a quien le atormentaban las continuas injusticias que soportaba la gente. Pero estaba anarquizado, actuaba sin ley ni principios. Así logró matar a centeneres de policías y millones de animales cuando le venía en gana. Una vez le colocó un pedradón en la cabeza a un presidente y si no es por la dureza del sombrero de copa que llevaba, lo mata. Siempre ejecutaba sus hazañas a distancias incalculables para los guardias de seguridad y por eso jamás lo cogieron. Otra vez le dió por limpiar la ciudad de maricas, putas y hampones y todos los días morían de un pedradón que venía de no se dónde, tres o cuatro de ellos. Nadie jamás llegó siquiera a pensar que sus flacos brazos y sus enjutas espaldas pudieran maltratar a unamosca, menos a la gente, pues además detestaba las armas.
Se reía en las pedreas universitarias pero era el causante de tragedias mayores porque cuando se decidía a tomar partido, elegía el tamaño de las piedras que fueran bien filosas y luego escogía sus víctimas ojalá oficiales para que fuera mayor el efecto y zás, le clavaba en medio de la frente el totazo letal.
Pero el paso inexorable del tiempo le jugó una mala pasada que lo llevó a él y a varias víctimas inocentes a la tumba. Empezó por acercarse demasiado porque veía borroso de lejos. Después empezó a fallar y sus pedradones se perdían en el vacío o solamente lesionaban a las víctimas con escalabraduras.
La ocasión de su falla definitiva se veía venir. Así que resolvió matar a uno de los jefes del tenebroso Servicio de Inteligencia Colombiana SIC, que en épocas de la violencia (1948-1960),sembró el terror en los campos y ciudades de Colombia. Este exjefe posaba de prominente hombre público y eminente profesional pero era el culpable del corte de franela, las cámaras de tortura y demás importaciones del tétrico laboratorio del General Franco en época del falangismo español.
Así, preparó el ataque minuciosamente y como era su último golpe entrenó por primera vez en su vida. Seleccionó los guijarros y decidió la fecha y la hora del atentado. Cuando lanzó su piedra contra el sádico asesino, se resbaló y el pedradón golpeó pesadamente en la cabeza de un niño reventándola al instante. Pero no se pudo contener por su fracaso y volvió a lanzar otro guijarro pegándole en la espalda al asesino y rebotando en la cara de una mujer. Se enloqueció y la emprendió contra todos, hasta que la multitud reaccionó respondiendo de igual manera.
Antes de morir reventado a piedra, logró matar a siete niños, ocho mujeres, tres varones y causar heridas a catorce personas más. Su condena consiste en deambular por los caminos antiguos y tirar piedras que no le pegan a quien se mueva, porque perdió el tino.

— Voy a contarles lo que nos pasó al mono Rosendo y a mí un día que se nos hizo tarde.

— Nos habíamos quedado un rato donde Doña Rosario, —alma bendita— tomándonos unas polas, luego de la dura jornada.

Veníamos por el camino antiguo a eso de las 9 de la noche. Pasamos tranquilos "Caño Blanco" y subíamos por entre ese pedregal. Al frente de donde hoy es la finca de Don Manuel Rodríguez, oímos el primer pedradón como a cinco metros; volvimos a mirar pensando que era un animal, pero no vimos nada. A los tres minutos sentimos otro pedradón ahora más cerca y tampoco miramos nada. Solo escuchamos que rodaba algo. Y enseguida un pedradón un metro adelante, otro a cincuenta centímetros atrás, cada vez más grande. Entonces con las linternas alumbramos a los árboles sin encontrar nada arriba, abajo o al lado. Yo le dije a Rosendo que no nos paráramos y que no chistáramos nada porque era el duende Tirapiedra y que lo único que nos salvaba era ignorarlo, no sentir miedo y menos quedarse quieto. En Quetame me habían contado que si nos deteníamos, las piedras se volvían de verdad y nos mataban como le pasó a Don Camilo Sastoque en una Vereda de El Calvario, que un día lo encontraron en el camino viejo, sin un hueso sano, moribundo, en medio de un montón de piedras. Era un hombre de los que no tienen miedo, pero de lo puro berraco, se atrevió a desafiar al duende.



Ilustración de Jairo Ruíz Churión.

— Yo sostuve el paso hasta que sentí que Rosendo se había quedado y no podía caminar. Y las pedradas cada vez más cerca casi me daban en los piés. Como ya íbamos a llegar a un claro y había buena luna, también sabía que el Tirapiedra necesita los árboles para joder a los humanos. Entonces yo traté de echarme al hombro a Rosendo, pero el gediondo se le había colgado del hacha que aquel sostenía con sus engarrotadas manos. Y no valió fuerza ni maña; no pude alzarlo. Entonces lo enlacé y así lo hice andar antes de que le cascaran el segundo pedradón pues ya lo habían escalabrado. Ya en el claro Rosendo se calmó poco a poco, pero me tocó esperarlo un buen rato a que se limpiara la mierda que le embardunaba todo el cuerpo, porque del puro miedo se había cagado.

Además la herida que llevaba en la cabeza le sangraba bastante y le dolía.

— Déjeme seguir adelante compadre, me dijo con voz de moribundo.

— Está bien le respondí. Y todavía nos faltaba pasar por otros bosques. Yo le dije a Rosendo que pasara lo que pasara que siempre continuara andando porque ese era el único remedio. Y más adelante otra vez la mano de piedra, acá cerquita. Las oíamos silbar encima de nuestras cabezas para totiarse a diez centímetros de nosotros y en toda dirección. Siga compadrito siga, le gritaba a mi compañero. Yo sentía que ya casi me agarraban pero sabía que tampoco es bueno volver la jeta. Así que empecé a quedarme, a encalambrárseme todo. Pensé en el pedradón que ya me llegaba y en que ese era mi fín. Pero hice el esfuerzo más grande de mi vida y continué andando, lentamente pero andando.

La totiazón continuaba a mi lado pero así llegue al claro donde está mi casa. Me había salvado.

Al llegar le dije a mi mujer que se levantara y nos hiciera café bien cerrero y caliente porque nos habían asustado. Rosendo se repuso como a la media hora y me dijo: compadre todavía siento el olor a mierda de borracho, pero yo ya me lavé. Será parte del susto? No compadrito le respondí, lo que pasa es que yo también estoy cagado!

LOS CUENTOS DE PASCUAL
Mitos y Leyendas del piedemonte llanero

ALBERTO BAQUERO NARIÑO




HISTORIA DE VILLAVICENCIO. LA ÚLTIMA HERRERÍA DEL PUEBLO -


En la formación de Villavicencio y el desarrollo en general de los llanos, el oficio del herrero era muy solicitado por los ganaderos que venían de llano adentro. Sin duda su trabajo aportó eficiencia en las herramientas en los grandes hatos. Echemos un vistazo al pasado de Villavicencio para saber de que se trataba este oficio y que era de este pueblo en el pasado.

EL BAYETON



El bayetón es una prenda en desuso que hacia parte del traje típico llanero y en nuestros días fue olvidado por completo.



El Bayetón es una prenda traída de España y se diseminó por América desde México hasta el sur de la Argentina. La historia menciona que el bayetón se deriva de la capa que usaban los nobles y caballeros de la corte Inglesa.

Se denomina bayetón a un grueso paño de lana basta con mucho pelo y un entretejido de trama muy compacta que lo hace impermeable en las lloviznas y serenos de la madrugada.
Según la historia, inicialmente cuando llegó a América lo usaban jueces, altos funcionarios y nobles de la corte real Española y en las colonias de La Gran Colombia los criollos y mestizos la empezaron a usar por ser muy eficaz para las intemperancias del clima.

Demetrio Paredes colección Stubel
En el Llano fue imprescindible para los jinetes, infundía respeto y se lucia con elegancia cubriendo la montura y hasta las ancas del corcel. En los grandes viajes de ganadería Arauca-Villavicencio era un elemento infaltable. Se conocieron de doble faz, paño de lana de color azul oscuro por un lado y tela roja de bayetilla por el otro.


En Chile por ejemplo, es una prenda típica que aunque lleva otro nombre “Manta de Castilla”, es la misma tela de bayetón que hoy aun usan con orgullo.


El compositor colombiano Alejandro Wills en su tema “El Galerón Llanero” lo menciona:
Las mujeres no me quieren;
yo les hallo la razón;
porque no tengo dinero,
caballo ni bayetón…


El Compositor y poeta Araucano Héctor Paul Vanegas en su poema “El Ocaso de un Llanero” hace remembranza del bayetón y lamenta su desaparición:
“Ya se murió el bayetón prenda de mucho respeto, ahora domina el caucho la madruga y el sereno; y hasta un poncho disfraza’o que es de origen antioqueño…”


Al momento de hacer el presente artículo no fue posible hallar un bayetón llanero para tomar la fotografía. Lo único con lo que pudimos disponer para ilustrar este texto fue este óleo en donde José Antonio Páez simpatizante y combatiente de la causa de Santander en las guerras anticoloniales e independentistas en El Apure, luce un bayetón con un atuendo típico de la época (1815-1819). También hallamos esta acuarela (foto 1) del profesor Jairo Ruíz Churión en su investigación sobre la evolución del traje llanero.


“…por que hoy es mucho el baquiano que se pierde con el viento…”
Héctor Paul Vanegas

El olvido de nuestras tradiciones a causa de la globalización y el continuo bombardeo publicitario del consumismo, ha fracturado la brecha que comunicaba una generación con la otra y adoptamos otras formas y conductas culturales. Es positivo dar pasos hacia el avance y la evolución de nuestra raza y su folclor; pero esos pasos que demos hacia adelante deben estar apoyados en las raíces, la querencia por la tierra llana y recordar con orgullo y sentido de pertenencia de dónde venimos.

Fuentes para crear este artículo:
Jairo Ruíz foto acuarela Bayeton
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